viernes, 28 de enero de 2011

Si las comparaciones no fueran odiosas

Si no fueran odiosas, el mundo jamás se hubiera rendido a sus pies. Diana, Camilla, ahora Kate junto al príncipe Guillermo. La crónica cortesana se narra a pies de alcantarilla fluyendo en directo como aguas de cloaca recorriendo la subterránea intimidad de un barrio cualquiera. No hay más que encender la tele un rato. La cosa no es tanto hablar de ellas, como tensar el enfrentamiento o medirlas. Coronarlas o quemarlas.  Odiarlas o amarlas para siempre, aunque hayan sido lo que son: la Esteban, la Campanario, la Trapote. Ninguna se explica sin la otra, lo mismo que lo blanco no es blanco sin lo negro, obviamente. Si las comparaciones no fueran odiosas, no existiría la envidia femenina, lo que en el fondo no deja de ser un sentimiento secreto y profundo de admiración hacia la adversaria. Sí, es algo retorcido, pero qué le vamos a hacer. Una también es mujer.

2 comentarios:

  1. Me encanta. Sencillamente genial. Enhorabuena.

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  2. Dice una vieja, pero joven amiga: "que a pesar de las comparaciones odiosas o gracias a ellas, se pueden imaginar mujeres perfectas con los fragmentos de un par bien escogido".

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